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EL "giro" y la conversión cuaresmal.

MENSAJE DEL ARZOBISPO (MES DE MARZO 2015)

Queridos hermanos y amigos, presbíteros de la Arquidiócesis de Bogotá:  

Queridos hermanos y amigos, presbíteros de la Arquidiócesis de Bogotá:

 

Estamos ya en el segundo año del gran giro que nos pide nuestro Plan de Evangelización. He escrito “giro” con minúscula porque quiero que comprendamos que no se trata simplemente de un título para la primera etapa de nuestro plan sino de una realidad que todos debemos asumir.

 

“Giro” es aquí equivalente a conversión. Una conversión que en este tiempo de Cuaresma adquiere una nueva profundidad porque en él la Iglesia nos invita a poner todos los medios a nuestro alcance para conformar nuestra voluntad con la voluntad del Señor celebrando con total disponibilidad el Misterio Pascual.

 

Desde el primer momento de la construcción del plan quisimos que ésta fuera un discernimiento de la voluntad del Señor para nuestra Arquidiócesis en el momento histórico que estamos viviendo. En este sentido, la oración tanto personal como comunitaria ha sido y seguirá siendo un elemento indispensable en el proceso no sólo de construcción sino también de implementación del plan: a la luz de la Palabra de Dios, la contemplación de los rasgos característicos de nuestro tiempo nos permite descubrir los “signos de los tiempos”, es decir, los rasgos propios de la actuación salvadora del Señor en estos momentos, para poder ponernos juntos al servicio del amor de Dios por su pueblo.

 

El nuevo paradigma de evangelización que hemos configurado expresa, por lo tanto, lo que para nosotros es ahora la voluntad del Señor. Asumirla es la tarea que se nos pide en este gran giro. No es fácil. A lo largo de nuestra formación inicial en el Seminario y luego durante nuestro ministerio hemos ido adquiriendo uno o varios paradigmas de evangelización que, sinceramente, creemos responden a la voluntad del Señor y que, por lo tanto, utilizamos con tranquilidad. Sin embargo, esos paradigmas son en general paradigmas que cada uno de nosotros ha ido creando a partir de su propia concepción de la evangelización o de sus propios éxitos y fracasos en la tarea evangelizadora. Esto engendra una gran dispersión que se manifiesta en la diferencia de objetivos, de metas, de criterios, de metodologías; dispersión que a veces lleva a que con los cambios de párrocos mucho de la tarea realizada previamente sea destruida o simplemente no sea continuada. Esto produce en los fieles desconcierto y confusión. Y lo más grave: no se siguen procesos que permitan a la comunidad madurar en la fe sino que con frecuencia ésta es sometida a bandazos que llevan desorientan a los fieles y los lleva a abandonar la participación activa en la vida parroquial. Pero, tal vez, lo más grave es que son paradigmas parciales que no logran abarcar la integralidad de la acción evangelizadora o que no logran descubrir y llegar a todos los interlocutores del Evangelio. ¡Cuántas áreas de trabajo descuidadas o cuántos interlocutores ignorados!

 

 

Cuando en el nuevo paradigma de la evangelización –expresión de la voluntad del Señor para cada uno de nosotros, los pastores de la Arquidiócesis de Bogotá- se dice que es necesario SALIR, se está indicando en primer lugar la necesidad de salir de nosotros mismos, de nuestros paradigmas individuales, de nuestras costumbres pastorales, de nuestros criterios arbitrarios, de nuestros imaginarios que ya no corresponden a la realidad actual. Es decir, se nos está pidiendo que seamos capaces, con la fuerza del Espíritu y la gracia del Señor, de renunciar a nuestros paradigmas obsoletos para abrazar con generosidad el nuevo paradigma: que seamos capaces de transformar nuestra pastoral de conservación y asumir decididamente un nuevo estilo profundamente misionero como nos lo pide nuestro plan de evangelización, discernido como la voluntad del Señor para el momento histórico que vive nuestra Arquidiócesis.

 

El espíritu de Cuaresma con sus invitaciones permanentes a la conversión, a renunciar a nuestro propio yo, a volvernos al Señor para asumir su voluntad, nos permita a todos entrar de lleno en este gran giro. La celebración del Misterio Pascual signifique para cada uno de nosotros una auténtica conversión pastoral.

 

La Virgen María, la siempre dispuesta a aceptar la voluntad del Señor, la discípula que fue asumiendo con generosidad plena el camino de su Hijo, la creyente testigo luminoso de la vida nueva alcanzada por la Muerte y Resurrección del Señor, interceda por nosotros y nos alcance la gracia de este gran giro en nuestra existencia personal y pastoral.

 

A todos les deseo unas santas Pascuas. Con mi saludo cordial,

 

Cardenal Rubén Salazar Gómez

Arzobispo de Bogotá